PUBLICACION EN EL DIARIO «EL ESPAÑOL» (20-05-23)

¿Qué es de una sardina sin un buen espeto?: ni Chicote se resiste a los que fabrican los Sanjuán en Marbella

Son de acero inoxidable, lo que los hace mucho más prácticos e higiénicos, y los venden a todo el mundo a través de su página web.

Los malagueños normalmente van todos a una en cuanto se defiende que la buena sardina se come en los meses que no llevan ‘r’, y que esta siempre debe ir espetada y sin limón. No hay otra opción. Cuando llegamos al chiringuito a la hora de comer, es habitual que el espetero esté preparando al fuego las sardinas, todas brillantes y estratégicamente colocadas para que al cliente se le haga la boca agua. Aunque históricamente siempre fue habitual que los espetos donde se coloca este manjar estuviesen fabricados con cañas, la realidad es que cada vez son más los chiringuitos que optan por los de acero inoxidable: reutilizables año tras año y mucho más fáciles de limpiar. En Marbella (Málaga) está una de las empresas que exporta más espetos de este tipo, la cerrajería Sanjuán, un negocio familiar que data del año 1989.

¿Qué es de una sardina sin un buen espeto? La respuesta de Alfonso Sanjuán, el actual responsable de Cerrajería Sanjuán, es clara y directa: «Nada». Él forma parte de la segunda generación de un negocio que su padre, que se llamaba igual que él, puso en marcha hace más de treinta años, cuando se lanzó a la aventura «con una mano detrás y otra delante».

Pese a que principalmente se dedicaban a la cerrajería y a la carpintería, también fabricaban algunas barbacoas y hornos, siempre trabajando el hierro. «Cuando llegaba el verano, algunos dueños de chiringuitos venían y nos pedían si podíamos realizarles algunos espetos de acero, pero la forma de fabricación era muy lenta, muy artesanal. Se las hacíamos a conocidos y amigos, de compadreo, pero nunca llegaba a más», explica Alfonso.

Sin embargo, al ver que las peticiones iban en aumento, decidieron liarse la manta a la cabeza para crear un stock que les permitiera hacer frente a esa demanda. «Fuimos evolucionando, creamos varios modelos, de diferentes tamaños y ya luego hicimos una página web donde la gente podía comprarlos e incluso los pusimos en venta en Amazon», declara.
Alfonso no olvida cómo reaccionó el público durante el confinamiento con sus espetos. Cree que existían tantas ganas de playa y verano, que la gente buscaba cómo hacer espetos en casa por Internet. «Ha sido la época donde más particulares nos han comprado. Ahí nos alegramos de habernos modernizado y dar el salto a lo online, Recibimos pedidos de toda la península, pero también del exterior», cuenta.

Sin embargo, la mayoría de los pedidos los hacen los chiringuitos de la provincia. Unos días antes de la entrevista, el propietario de un establecimiento de Fuengirola les solicitó 100 unidades. «Parte de nuestro éxito también se debe mucho al boca a boca. Nos recomiendan y más allá de eso, la gente que nos conoce por los espetos, acaba sabiendo también de nuestros trabajos como carpinteros, una cosa va alimentando a la otra», relata.

El motivo principal por el que creen que cada vez más gente se interesa en ellos es porque son mucho más prácticos e higiénicos. Aunque los espetos de caña sean para los más mayores una tradición malagueña, Alfonso reconoce que sus varillas son mucho más cómodas, pues se pueden reutilizar año tras año y son más fáciles de limpiar. Aunque sí que es honesto al decir que hay que saber trabajar el pescado con ellas, pues se calientan algo antes que lo hacen las de caña. El mismísimo Alberto Chicote cuenta con algunas de sus varillas de acero. «Hace un tiempo estuvimos comiendo en su restaurante y nos hicimos una fotografía porque se acordaba de nosotros, de ‘los de los espetos'», confiesa entre risas.

Fontanilla, Marbella, Cable o Bajadilla son algunos de los nombres que toman los espetos de su web en honor de los arenales marbellíes. «Queríamos que también representara al lugar de donde somos», cuenta. Los Sanjuán tratan de llevar Málaga a todos los lugares que así lo deseen. Además de espetos también fabrican barquillas y Alfonso recuerda con emoción cómo cumplieron el deseo de un médico de tener una de sus barquillas en el jardín. «Se la trasladamos hasta allí una Navidad, fue muy chulo. Le pusimos al modelo que le enviamos ‘Nieves’ porque su mujer se llamaba así», detalla.

En colaboración con el Ayuntamiento de Rota también montaron junto al paseo marítimo tres barcas, estas más básicas, de acero, para que todo aquel que lo deseara pudiera sentir «lo que siente un malagueño cuando hace una moraga». «Sin embargo, llegó la pandemia y la realidad es que no sé si llegaron a estrenarlas o no», lamenta.

Alfonso se desvive con su equipo –son ocho personas trabajando ahora mismo– por dejar alto el legado de su padre. Quieren exportar Málaga al máximo con esos espetos que fabrican con tanta dedicación. «Antes hacíamos todo manual, ahora ya las cosas se han modernizado y los hacemos con una plantilla y mediante corte láser. También lleva un logo con nuestro nombre que nos pone una empresa aparte que subcontratamos. Cuando lo hacen, estos vuelven al taller, donde les hacemos una pequeña dobladura con la plegadora para que parezca como el doblez de una caña, lo que permite que gane rigidez y no se doble al espetar las sardinas», explica.

Asegura que en su familia, cada uno ha podido seguir el camino que ha deseado. A él le apasiona su trabajo pese al sacrificio, pero su hermano, que empezó echándole una mano a su padre como él, ahora se encuentra opositando. «Esta empresa es familia y humildad, yo siempre lo digo. Cada día, pese a que llevamos años abiertos, venimos con los ánimos de seguir mejorando y evolucionando. Y lo más importante, gracias a modernizarnos no solo están nuestros espetos en todos sitios, sino que Málaga está en todas partes«, zanja.

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